domingo, 17 de agosto de 2008

bondi.

En uno más de los viajes rutinarios hacia el mismo lugar de siempre, un chiquilín y su guitarra bien me robaron 'dos minutos de mi amable atención'.

''Para contarte, canto
quiero que sepas cuánto
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien...

Una nueva versión, más dulce, quizá; mejor.

...te quiero de mil modos,
te quiero sobretodo,
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien...

Delataba de a ratos sus ojos negros por abajo de la boina, que parecían debatirlo a él mismo, a su propia música.

...basta ver el reflejo de tus ojos
en los míos
cómo se lleva el frío
para entender...

Y mientras escuchaba casi sin oír su canción, jugué un rato a pensar que eras vos que estabas ahí en frente mío, cantándome con otra voz. Abriéndome los ojos, hacíendome ver que sí, que vas a volver.

...que el corazón no miente,
que afortunadamente
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien.''

'Gracias', dice. Y aún sin saberlo me regala un sol, me arranca una sonrisa, me deja embobada mirándolo bajarse; con su luz y su aire guitarrista. 'Y sigue, como siempre, como todo en la ciudad'

2 comentarios:

Eclipse dijo...

la simpleza de una canción en el momento justo es una magia irremplazable.
como los tréboles de cuatro hojas que te dicen: 'tu corazón va a sanar'

Dolores Eidán dijo...

como que me describieses.
cuántas veces me he quedado colgada viendo a un flaco con una guitarra, así de simple, y cuánto me cuesta después volver a la realidad.

hermoso texto.