sábado, 19 de septiembre de 2009

'Noche adentro y no duermo'. La paz desgarradora de Hugo Mujica.

post dedicado a Natacha Ortega

A lo lejos, en un atardecer
en que el otoño
es un lugar en mi pecho,
comienzan a encenderse las ventanas,

mi nostalgia
por estar donde bien sé que al llegar
volvería a estar afuera.

Duelen los ojos de soñar tan a lo lejos

la frente de pensar
lo impensable de tanta vida
que no he abrazado,
tanta deuda de lo que no he nacido.

Poco a poco se apagan las luces,

es el lindero de una noche y otra noche,
la frágil vecindad
_____del miedo y la esperanza.

El último día podría ser éste que termina,
esta noche
en la que aún escribo

igual, pero sin una ausencia nueva
__________________para seguir esperando.


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Antes que nada empiezo con la aclaración de siempre. No soy crítica literaria, no sé nada de literatura, pero me gusta inventar, me gusta decir, me gusta traer cosas hasta acá y compartirlas desde mi óptica. Tenemos este lugar abandonado. En mi caso, la falta de tiempo y de buenas ideas me han dejado todo en suspenso. Realmente hace un tiempo que me ataca una terrible apatía y pocas cosas logran conmoverme.

Hugo Mujica lo hizo alguna madrugada en que leía publicaciones en Facebook de mi amiga Natacha. Leerlo y conmoverme fue todo uno. Después vinieron las búsquedas, las lecturas fervorosas y reiteradas para darme cuenta de que nunca, jamás, puedo leerlo de la misma forma.

Cada vez que me acerco a sus textos leo algo distinto, cada vez pareciera que descubro un nuevo verso, una nueva palabra, una nueva imagen. Lo cautivante es misterioso, no tiene razones demasiado objetivas de ser, ya que las palabras empleadas son sencillas, las imágenes remiten a situaciones fugaces, a estados de profunda contemplación.

Por eso lo de "paz desgarradora", escenas o sentimientos que se rescatan de situaciones dolorosas, la muerte del padre, un perro tirado en la calle, el hambre, la miseria, lo triste de la lluvia, pero que Mujica logra decir, quizás hasta descifrar al decirlas, con una paz y una ternura únicas.

Hay infinitas imágenes de desamparo, de desolación. El poema que aquí traigo tiene sus primeros versos cargados de ellas. El otoño que se instala en lo interior del yo poético, la nostalgia que se enciende, como algo latente, que reaparece al encontrarse con el lugar del que ya no se siente parte:

"(...)comienzan a encenderse las ventanas,

mi nostalgia
por estar donde bien sé que al llegar
volvería a estar afuera."

Utiliza el cuerpo como lugar desde el cual se puede sentir más tangiblemente el dolor, pero no de una manera visceral sino en esa pacífica armonía con lo intangible. Lo metafísico se mezcla con escenas sencillas de lo cotidiano, con la añoranza, con una reminiscencia constante a los miedos:

"(...)la frágil vecindad
_____del miedo y la esperanza."

Mujica y lo desgarrador, y lo demoledor... Lo cautivante -lo voy descubriendo a medida que escribo- quizás esté ahí, en no necesitar demasiado para sorprender, para conmover, para manifestar sentimientos tan fuertes. Siendo yo bastante recelosa de remitir a las historias personales y relacionarlas a la fuerza con la escritura, no puedo negar que muchísimas veces no pueden separarse del todo. Ahondando en la vida del poeta, descubrimos que entró como monje al Monasterio Trapense de la Abadía de Getsemaní, en donde hizo votos de silencio por siete años, cosa que (mi amiga Natacha me señaló esto) es una notoria influencia para esa poesía profunda, que viene del interior y a la que claramente antecede la contemplación, que también se traduce en las palabras, frugalmente elegidas por Mujica.

Una poesía aparentemente poco pretensiosa pero que corta la respiración, que nos vuelca hacia nuestro propio interior desgarrador y sencillo, que expone las miserias que contemplamos con cierta vergüenza y desamparo pero que, de alguna extraña forma, nos devuelve paz...

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