lunes, 13 de abril de 2009

Dietética.

Hay que ingerir distancia,
lanudos nubarrones,
secas parvas de siesta,
arena sin historia,
llanura,
vizcacheras,
caminos con tropillas.
de nubes,
de ladridos,
de briosa polvareda.

Hay que rumiar la yerba
que sazonan las vacas
con su orín,
y sus colas;
la tierra que se escapa
bajo los alambrados,
con su olor a chinita,
a zorrino,
a fogata,
con sus huesos de fósil,
de potro,
de tapera,
y sus largos mugidos
y sus guampas, al aire,
de molino,
de toro...

Hay que agarrar la tierra,
calentita o helada,
y comerla
¡comerla!

Oliverio Girondo

Esta vez no hay análisis (nunca hay un análisis literario con propiedad, de mi parte, no me siento capaz). Simplemente porque había prometido que el siguiente post traería a Girondo y este poema, Dietética, que me ha extasiado desde la primera vez que entré en contacto con él y volvió a atraparme una vez lo tuve en papel, en Persuasión de los días, conviviendo con otros poemas de similar índole.

A mí lo que me sorprende y fascina es lo que propone el nombre. Una "dietética" implica una recomendación, cierta norma, indicación de algo, sugerencia de un régimen ingestivo. Esta ingesta va más allá de lo oral, se propone como una ingesta integral, con los sentidos, con lo que uno tenga a mano para recibir lo externo e internalizarlo. Por esto le encontraba vínculo yo con el poema de Machado, se va hablando de una comunión con lo natural, un desvanecimiento de límites entre lo externo y lo interno.

En el principio nombra conceptos, cosas más abstractas...

Hay que ingerir distancia,
lanudos nubarrones,
secas parvas de siesta,
arena sin historia(...)

para luego adentrarse en algo más material. Va ganando contacto con la naturaleza de una forma más cruda que los versos de Machado. Nombra cosas cotidianas dentro del ámbito campestre, pero también elementos más bien 'sucios', escatológicos, "poco poéticos", si se quiere. Los elementos conceptuales son adjetivados: 'lanudos nubarrones', 'secas parvas de seista', 'arena sin historia'... mientras que el resto de las cosas que enumera son simples sustantivos o a lo sumo se ubican dentro de un contexto que los encadena.

El final, que tanto me ha sugerido un poema, se me hace indispensable, una conclusión de ese in crescendo que va adquiriendo el poema en su radicalidad de nombrar cada vez más cosas de la naturaleza para la ingesta. No se especifica un para qué, una función de esta dietética, pero se adivina una exhortación que se vuelve cada vez más imperativa, para finalizar con esa exclamación en la que se repite la palabra 'comerla'. Dicha palabra funciona como conclusión; en un principio el poeta habla de 'ingerir', al final se dirige particularmente al lector y lo interpela, sustituyendo el 'ingerir' por 'comer', la tierra como todo, como el conjunto de las enumeraciones anteriores. Esta sustitución de palabras indica una expresión más directa, más desesperada, enfatizada por quitarle importancia a la condición de la tierra a ingerir ('calentita o helada'). Y he aquí donde quedo fascinada, conmovida...

Para finalizar, dejo humildemente mi 'tributo' a Girondo, un poema menor en mi haber, inspirado por su 'Dietética'.

Otra dietética.

No se puede cenar
un dolor de parches y escopetas,
ni un neón sentado a la vereda,
no se puede cenar cada vástago
de letras,
cada rincón, cada animal azul, cada sábado.

Hay que comer de lo que da
el árbol de los espejos
esa cara que es tuya
esa mano que te imita
en un saludo verde, en tu reflejo.

No se puede cenar esos ombligos
de carne embravecida, esas cortinas
que te piden que cruces cada río,
ni se puede tampoco ser la fina
raíz de sustituto.

Hay que comer, como Oliverio,
la tierra calentita
o helada
hay que comerla
y saborear a los parientes
a los enemigos.

Hay que cenar
memoria y sed
y que más sed
te queme la noche sin garganta.