domingo, 24 de agosto de 2008

Poema

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Julio Cortázar


"No quiero que tengas una forma, que seas

precisamente lo que viene detrás de tu mano..."

Porque este invierno, que conmemora fríos incendiados, que deglute soles con espinas y carozo, teje en tu siesta la frente que te introduce al mundo. Ser precisamente el rostro del espejo, lo que viene tras las líneas provisorias de tu encanto, es ser algo, así concreto, desnudo de 'quizás' de 'porquesís' de dudas que amargan el feliz caramelo de tu no-ser.
No quiero que te entregues a un envase, a una cumbre vestida, a una fábula de niños, a la moraleja. No quiero que tengas ese olor completo, ni el grueso color de sienes o párpados o labios, que seas...
No siendo también se puede querer a un hombre, a la futilidad del recuerdo de un aroma, a la entrega absoluta al desconocido que descorcha sueños salpicados en canciones.
Para cuando duermas en la certeza habrá tiempo. Y habremos pasado más querernos sin respirarnos y más tiempo y más calores.

domingo, 17 de agosto de 2008

bondi.

En uno más de los viajes rutinarios hacia el mismo lugar de siempre, un chiquilín y su guitarra bien me robaron 'dos minutos de mi amable atención'.

''Para contarte, canto
quiero que sepas cuánto
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien...

Una nueva versión, más dulce, quizá; mejor.

...te quiero de mil modos,
te quiero sobretodo,
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien...

Delataba de a ratos sus ojos negros por abajo de la boina, que parecían debatirlo a él mismo, a su propia música.

...basta ver el reflejo de tus ojos
en los míos
cómo se lleva el frío
para entender...

Y mientras escuchaba casi sin oír su canción, jugué un rato a pensar que eras vos que estabas ahí en frente mío, cantándome con otra voz. Abriéndome los ojos, hacíendome ver que sí, que vas a volver.

...que el corazón no miente,
que afortunadamente
me haces bien,
me haces bien,
me haces bien.''

'Gracias', dice. Y aún sin saberlo me regala un sol, me arranca una sonrisa, me deja embobada mirándolo bajarse; con su luz y su aire guitarrista. 'Y sigue, como siempre, como todo en la ciudad'

lunes, 11 de agosto de 2008

all that jazz.

Después de tanto, vuelvo...
Tenía otra entrada en mente pero la dejo para la próxima, porque acabo de terminar un libro que me prestó Eclipse; 'El perseguidor' de Julio Cortázar que me gustó mucho y creo que vale la pena destacar.
El libro es una excelente combinación de música y literatura, cosa que me pareció acorde al blog. Trata sobre algunos aspectos de la vida de Johnny Carter, un saxofonista drogadicto y bohemio que logra encontrar en su música el último sentido de la existencia.
Les dejo un par citas (que me quedaron dando vueltas en la cabeza) y la recomendación de que lo lean si tienen oportunidad.
Salúd.

''...Soy un crítico de jazz lo bastante sensible como para comprender mis limitaciones, y me doy cuenta de que lo que estoy pensando está por debajo del plano donde el pobre Johnny trata de avanzar con sus frases truncadas, sus suspiros, sus súbitas rabias y sus llantos. A él le importa un bledo que yo lo crea genial, y nunca se ha envanecido de que su música esté mucho más allá de la que tocan sus compañeros. Pienso melancólicamente que él está al principio de su saxo mientras yo vivo obligado a conformarme con el final. Él es la boca y yo la oreja, por no decir que él es la boca y yo...''

''...¿Qué más podría decir? Pero a lo mejor es precisamente ahí donde está él esperándome, como siempre al acecho esperando algo, agazapado para dar uno de esos saltos absurdos de los que salimos todos lastimados. Y es ahí donde acaso está esperándome para desmentir todas las bases estéticas sobre las cuales he fundado la razón última de su música, la gran teoría del jazz contemporándeo que tantos elogios me ha valido en todas partes.
Honestamente, ¿qué me importa su vida? Lo único que me inquieta es que se deje llevar por esa conducta que no soy capaz de seguir (digamos que no quiero seguir)...''


au revoir.

martes, 5 de agosto de 2008

Nocturno

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.


Oliverio Girondo

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Tengo un amor inexplicable por los nocturnos. Con lado A amamos Nocturno de Vermont, de César Calvo, un poema que llena de belleza y sencillez la distancia, que te hace añorar algo que nunca te pasó, extrañar a alguien que no conocés.
Girondo tiene esa rotundidad magistral, esa habilidad para descorchar de una las emociones a través de palabras que, entreteladas por otro, no moverían ni a una mosca, pero que entre sus dedos son canciones sublimes, plagadas de sencillez y que tienen siempre, siempre, olor a nuevo.
Sin decir aún la palabra 'ternura', se presiente, se extraña desde el primer verso. Oliverio la acaricia, le pasa la mano por el lomo y la deja para los versos finales, cuando uno ya está derretido entre las sombras, atormentado por sus gritos agónicos, paranoico por las futuras llaves de la electricidad que accionará.
Y uno mismo se siente nocturno y borracho.

'¿Es cierto que allá en Vermont es agosto
y en este mar, ausencia...?'